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House of Cards es una de esas series de televisión que muchos críticos incluirían dentro de su top 10 de los últimos tiempos. Y no precisamente porque sea un desborde de imaginación y de efectos especiales, argumentos que han hecho triunfadoras a una buena cantidad de producciones. House of Cards es una exquisita mezcla de talento y realidad que la convierten en el mejor espejo que el mundo puede tener de lo que es la vida política en los Estados Unidos y de todas las situaciones que se generan alrededor de ésta para convertirla en un juego de poder y control. Analizamos como siempre las lecciones de marketing que nos encontramos dentro de las cinco temporadas que lleva en el aire, las cuales se han visto seriamente amenazadas por el que ya muchos denominan “harassmentgate”. La serie pone en escena la vida del congresista demócrata Frank Underwood, interpretado por el laureado Kevin Spacey y de su esposa Claire, interpretada por la talentosa Robin Wright, una vez transcurridas las elecciones presidenciales en las que Underwood ha jugado un papel fundamental para conseguir la elección del presidente Garret Walker, tras de lo cual espera un nombramiento como Secretario de Estado que no se llega a materializar por decisiones internas del gabinete presidencial. A partir de este momento, todo se convierte en un interesante juego de estrategia en donde cada conversación, cada movimiento, cada mirada y cada palabra tienen un objetivo que obedece a la ejecución de un plan trazado con detalle.